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El mundo visto con los ojos del Mallinckrodt I Virtudes, valores y familia
Los cristianos tenemos el compromiso de construir una
sociedad hospitalaria, trascendiendo lo privado, im-
pregnando lo social de lo personal a lo público.
Si cada familia católica es iglesia doméstica —católica
quiere decir universal— entonces ha de ser también
templo abierto para recibir material o espiritualmente al
otro. Como creyentes en lo personal el desafío es tam-
bién ser hospitalarios, estar abiertos a la ayuda. Escu-
char es también recibir al otro, una forma de comunión.
El ejemplo contemporáneo, actual, más extremo, es la
acogida a los desplazados, los migrantes, los expulsa-
dos de sus hogares hacia tierras desconocidas, caren-
tes de los más elementales recursos, desprotegidos.
Nos importa la escala del acto de hospitalidad, cada
uno podrá encontrar su modalidad, su momento de
prueba en que Dios le pide recibir, dar, escuchar y com-
prender y acoger una realidad que de suyo le es “otra”.
su credo —ni por deseo personal ni por conveniencia No hay una sola forma de hospitalidad para los creyen-
política— se relaciona intrínsecamente con la genuina tes, sólo requiere que encuentre su sentido en Cristo.
hospitalidad en el sentido que nos interesa aquí. Por
otra parte, la madre era una mujer de una fe fervien- En este punto aparece otra característica de la hospitali-
te, una creyente práctica en su piedad personal, de dad como virtud: no es un simple movimiento sentimental,
gran sensibilidad social. Paulina fue creciendo en esta de una sensibilidad exacerbada por la emoción de un mo-
atmósfera de respeto, acogida y responsabilidad por mento o una moda. Es una convicción que para ser soste-
los más vulnerables y desposeídos: los huérfanos de nida requiere coraje, valentía, compromiso, longanimidad
guerra, la pobreza y las enfermedades de las guerras para luchar por algo donde se juegan la justicia y la paz
y las consecuencias del primer industrialismo y el haci- a nivel personal, familiar y social. Es salir de la estrechez
namiento en las ciudades. de mirada que muchas veces producen los inevitables
pre-juicios de contexto para poder ver una realidad dife-
Tolerancia y respeto son el sustrato básico para la hos- rente a la propia y al mismo tiempo sentirnos interpelados
pitalidad. En tanto virtudes personales y sociales, no por ella para poderla acoger. Dejarnos asombrar y ser
equivalen a un simple soportar al diferente, sino que interpelados, conmovidos. Ese “otro” nos invita a hacer-
exigen elecciones que pueden traer consecuencias nos cargo, a recibirlo y darle cabida en nuestra vida. Un
negativas como la pérdida de prestigio, poder o pose- cristiano no puede eludir esa oportunidad.
siones. Ese compromiso requiere el poder percibir al
otro como diferente, aceptarlo y hacerse cargo de la Ahora bien las reglas de la hospitalidad no son inocuas.
posibilidad de construir una realidad compartida. Todas El otro es siempre eso mismo: un “otro” diferente y en
estas notas de la hospitalidad son imprescindibles para esta diferencia hay como un “extrañamiento” que des-
la construcción de la justicia y la paz social y comien- pierta miedos e inseguridades. En este punto se juega
zan a gestarse en la primera escuela que es la familia y la hospitalidad. Pero nuestra herramienta es la cruz de
se continúan y profundizan en el ámbito escolar donde Cristo, un movimiento, una acción “hacia” el prójimo
acontece la socialización de niños y jóvenes. como centro de la vida del cristiano.
La hospitalidad en sentido cristiano es esencialmente re- En la sociedad del bienestar, de los países desarrolla-
cibir, acoger al otro; implica un esfuerzo de entrega, que dos, se reconoce la dignidad del otro, sus derechos, y
en la Cruz de Cristo alcanza la plenitud, y le da un sentido se delega en la política estatal la eliminación de des-
trascendente… Es el Evangelio en acción, operativo. igualdades; es un pacto secular cívico y aun así puede
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