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El mundo visto con los ojos del Mallinckrodt   I   Virtudes, valores y familia

            El huésped





            por Teresa Driollet de Vedoya

                                                              “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre…”
                                                                                                Gén, 12,1


            Pocos pensadores del siglo XX han tenido el coraje de   bres moribundos tirados en las calles interpelaron a la
            comprender nuestras profundidades misteriosas. En-  Madre Teresa de Calcuta a abandonar su vida pasada
            tre ellos cuenta Xavier Zubiri, filósofo español, quien   de profesora de geografía y a comenzar su servicio muy
            indica que podríamos asimilar nuestros comienzos   personal. A veces por comodidad, por falta de coraje o
            al de cualquier ser vivo. En nuestro germen inicial se   por otras formas de mezquindades, no escuchamos los
            guardan todos nuestros componentes psicosomáticos.   llamados o esos fuertes gritos de dolor que nos convo-
            Pero aventajamos enormemente, insiste el pensador,   can a dar una respuesta.
            a todas las criaturas en dos grandes aspectos: somos
            absolutamente responsables de nuestro propio desa-  De repente, en el sendero lleno de sorpresas de la vida,
            rrollo, conformación o formación y al mismo tiempo   aparece el forastero, el extranjero o el necesitado. El
            dependemos absolutamente de los otros y del mundo   extraño puede ser un hijo, un amigo, el padre, el propio
            para alcanzar nuestra figura existencial.       marido, un desconocido en situación de necesidad, un
            Podemos afirmar entonces que no solo las capacidades   inmigrante o, quizás también, un anciano olvidado. En
            con las que nacemos sino además las vinculaciones con   el Evangelio, la presencia del extranjero o el extraño es
            nuestros padres, hermanos, amigos o maestros pasan   frecuente: en la figura de la cananea, la fenicia, Mag-
            a formar parte nuestra. Sigmund Freud afirmaba que el   dalena, Zaqueo, el paralítico y cuántos otros paganos
            psiquismo del niño termina de conformarse a los tres   o gentiles, extranjeros,  enfermos por quienes  vino el
            años en íntima relación con la figura de sus padres. La   Señor.
            personalidad de los comienzos, sugiere Zubiri, en fuer-  Si en el temor y en el temblor tenemos la generosidad
            te participación con la vida de los otros, va adquiriendo   y el coraje de abrir nuestra vida y convertirnos en casa,
            una determinada personalidad. En nuestro ser se com-  en albergue, en hospedaje para el que sufre soleda-
            binan el don de los orígenes junto al desafío de nuestra   des, enfermedades, carencias espirituales o materiales
            tarea de realización de lo misteriosamente entregado.  caminamos sorprendentemente hacia nuestras profun-
                                                            didades. Es llamativo que para entrar en nosotros mis-
            Nuestra vida resulta un comienzo                mos tengamos que migrar participativamente primero a
            enigmático junto con una aventura de            otros espacios de prueba y de riesgo. En este ofrecer-
            descubrimiento, de reconocimiento               nos como albergue a los que no entendemos, a quie-
            y de realización junto con los otros.           nes nos son extraños porque viven, sienten, piensan y
            Vamos descifrando quiénes somos en los          valoran diversamente, ensanchamos nuestros límites,
            encuentros y desencuentros, en los éxitos y     abrimos nuestros círculos y quebramos nuestras mez-
            en los fracasos que la vida de relación nos     quindades. Pareciera que crecemos desinstalándonos,
                                                            rompiendo con lo conocido, con lo que nos es cómodo
            presenta, logra o aporta.                       y nos queda a la mano.
                                                            El “intruso”, ya sea extraño, extranjero o carenciado, al
            A las reflexiones del pensador español vamos a agregar   cual con ciertos peligros e incomodidades hemos abier-
            que en el camino, a veces lineal en ocasiones sinuoso o   to nuestra casa, viene a movilizar o desbaratar todas
            escarpado que nos toca transitar, se presentan momen-  nuestras habitaciones y seguridades. Quizás, sin irnos
            tos privilegiados en los cuales nuestro interior parece   a relaciones más lejanas, haya algo de esta apertura
            despertar. Aparecen  furtivamente  en nuestras  sendas   riesgosa y cierta desorganización de lo propio en las
            llamados, rostros, voces, que nos convocan. Los po-
                                                            relaciones entre hombres y mujeres, niños y grandes,

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