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El mundo visto con los ojos del Mallinckrodt   I   Espiritualidad


                                                          mismísima Basílica, como nunca antes, “casa” de todos
                                                          los cristianos, Domus Ecclesiae de antigua memoria.


                                                          A la luz crepuscular de las antorchas,
                                                          con un Santo Padre en recogido silencio,
                                                          los crucíferos atravesaron la Plaza
                                                          cargando el dolor desorientado del
                                                          mundo occidental,


                                                          con las reflexiones sentidas de todos aquellos cuyas vi-
                                                          das giran alrededor de una cárcel: un universo invisible
                                                          a la mayoría, que nos conmovió por un rato, mostrán-
                                                          donos cuánta vida hay detrás de un encierro. Fue una
                                                          voz de esperanza desde la oscuridad de una prisión,
                                                          “reconociendo dentro del mal el dinamismo del bien.”
                                                          Fue verdaderamente un consuelo para nuestras almas,
                                                          un “ponerse en el lugar del otro”, un “levantar la mirada
                                                          hacia el prójimo”, cuya situación es infinitamente peor
                                                          a la nuestra.
                                                          Empezamos lentamente a despertarnos del sopor espi-
                                                          ritual en el que estábamos sumidos. Lentamente, pudi-
           Los que tenemos la dicha de tener una familia más o   mos acceder a las iglesias, abrieron los Museos y em-
           menos numerosa y unida, amén de una casa conforta-  pezamos a salir, maravillados por la belleza de la ciudad
           ble, pudimos recrear entre sus paredes momentos de   en la que vivimos. Nuestro espíritu explotó de alegría
           convivencia importantes, que tal vez habíamos dejado   y nos apresuramos a gozar de Roma antes de que el
           un poco de lado, llevados por la frenética vida del pro-  resto del mundo se percatara nuevamente de ella.
           ducir obsesivamente. Momentos de oración, conver-  Recorrer los Museos Vaticanos casi vacíos, la Sixtina,
           saciones profundas, lecturas compartidas, juegos de   las Estancias de Rafael... Cruzar Ponte Sant’Angelo al
           mesa. Pero pasado un mes, ya era más difícil conser-  atardecer, ¡sin tropezar con turistas, bicicletas, policías,
           var esta actitud.                              gitanos y manteros! Oír el ruido del agua de la Fontana
           “Propter vitam vivendi perdere causas” decía Juvenal,   di Trevi al caer, ¡sin que el vocerío de miles de perso-
           es decir, por salvar la vida perdemos la razón de la vida   nas cubra la magia de ese sonido!
           misma.                                         Roma otra vez linda al verse “habitada”, con el privilegio
           Porque en Roma, como en cualquier lugar del mundo,   de compartirla sólo entre los romanos, de nacimiento o
           lo que hace la vida digna de ser vivida es ¡el pensa-  de adopción, como en mi caso.
           miento, la fe, el arte, el espíritu! El virus, muchas veces,   Tomamos conciencia de lo que significa vivir como un
           nos redujo a la mera vida corporal, de a poco, sin que   ser humano, y no ya de sobrevivir, sanos y asépticos,
           nos diéramos casi cuenta de ello. Comer bien, mover-  pero muertos por dentro. Este virus nos regaló una nue-
           nos, cuidarnos con el barbijo, lavarnos las manos cada   va conciencia de hombres: no creo que surjan obras
           dos por tres, asear la casa, lavar a setenta grados...   de arte elaboradas durante el aislamiento, pero estoy
           ¡así se nos iba el día!                        segura que la nueva mirada de maravilla que estamos
           Por suerte, siendo Roma la Sede de Pedro, el Espíritu   estrenando en estos días, traerá frutos y llevará a un
           Santo anda dando vueltas por estos lados de tanto en   reflorecer de creatividad.   g
           tanto, y no dejó de mandarnos un destello de luz, que
           desde Plaza San Pedro iluminó el mundo entero. Me re-
           fiero naturalmente al Via Crucis del Viernes Santo, que
           por primera vez en mucho tiempo, no tuvo lugar en el
           Coliseo, lugar de la memoria de los mártires, sino en la   Imágenes de página 21: Silvana Visconti



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