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El mundo visto con los ojos del Mallinckrodt I Espiritualidad
monjas no enclaustradas y miembros laicos de la sus casas durante cuarenta días. Los milaneses
Sociedad de San Vicente de Paúl, para ayudar a en cuarentena no podían ir a la iglesia para rezar
las víctimas de la gripe. ni para participar en la misa; ni siquiera en la so-
lemnidad de la Santa Navidad.
Durante la “peste” de 1656, el Papa Alejandro
VII actuó con gran determinación para contener La “Peste Negra” es la plaga con la que general-
el contagio que habría llevado a un millón de mente se compara a todas los demás. Esta peste
muertes en toda la península italiana. En aquel bubónica, que se extendió en todo el mundo entre
entones no se abandonaron solo las comunida- 1347 y 1354, acabó con el 40-50% de la pobla-
des civiles, sino también las sagradas. La Con- ción europea. La mortalidad fue tal que muchos
gregación de la Salud preparó un sistema de la- creyeron que había llegado el fin del mundo. Para
zaretos, establecimientos sanitarios para aislar a muchos, el fervor religioso se renovó y aparecie-
los infectados y/o sospechosos de enfermedades ron nuevas manifestaciones de piedad. Otros, sin
contagiosas. embargo, reaccionaron con un pesimismo que los
lanzó a la desesperación o a un hedonismo sin
En el siglo anterior, en 1576, Milán había sido gol- sentido. Muchos otros respondieron con actos
peada por la “peste”. El Gobernador de la ciudad, aleatorios de violencia contra aquellos a quienes
Antonio de Guzmán y Zúñiga, introdujo estrictas creían culpables de haber causado la peste. En
limitaciones a las peregrinaciones y dispuso que medio de toda esta agitación, los sacerdotes no
se permitiese la entrada la ciudad sólo a peque- dejaron de acudir a las enfermerías, para asistir
ños grupos compuestos de una docena de perso- material y espiritualmente a los enfermos y mori-
nas en posesión de un documento sanitario que bundos, sabiendo que se enfrentaban a un enemi-
certificaba la ausencia de síntomas atribuibles a la go invisible que muy probablemente los mataría.
enfermedad. El Cardenal Carlos Borromeo, santo
arzobispo de la diócesis de Ambrosía, instó a los La Peste Negra nos proporciona un ejemplo de
sacerdotes a ayudar a los enfermos, haciéndolo caridad y servicio. Sin embargo, no debemos
él mismo. Borromeo, conociendo los riesgos de olvidar que no hay verdadera caridad sin verda-
contagio, para no convertirse en vector de la en- dera prudencia. Primero debemos buscar pre-
fermedad, empezó a consultar a sus interlocuto- servarnos a nosotros mismos y a los demás del
res manteniéndolos a distancia, a cambiarse muy daño. En estos tiempos difíciles, nunca debemos
a menudo y a lavar su ropa en agua hirviendo, a perder de vista que La Santa Madre Iglesia siem-
purificar todo lo que tocaba con fuego y con una pre ha tratado de guiar a las almas para “buscar
esponja empapada en vinagre que llevaba siem- las cosas que son de arriba, donde Cristo está
pre consigo. Al mismo Borromeo se le atribuye la sentado a la diestra de Dios”: “Den al César lo
propuesta de la cuarentena general, por la que que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”
todos los ciudadanos tenían que encerrarse en Mateo 22, 21.
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