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La voz del Mallinckrodt I EL colegio
quienes nos precedieron en la fe, proponiéndonos pro-
fundizar nuestro amor a la Virgen, pidiéndole su particular
protección para nuestra Patria.
Todo lo planificado, tuvo que ser pospuesto.
O repensado, o reformulado… El escenario
cambió y fue preciso escribir nuevos
libretos.
Sin embargo, nuestro objetivo institucional, no perdió
vigencia. A partir del encuentro personal con la Virgen
María, nos proponíamos “salir al encuentro del otro”:
tener en cuenta la presencia de quienes están más
cerca (o más lejos ahora, detrás de una pantalla) y
compartir con caridad y responsabilidad, sus dolores,
angustias y alegrías. Nos propusimos estar atentos a
lo que otros necesiten, procurando que nadie pasara
desapercibido, trabajando en el mutuo cuidado -inclu-
yendo el de los bienes materiales y la naturaleza-.
¡Qué gran desafío hacerlo en el nuevo contexto! Co-
menzamos el año profundizando en torno al desarro-
llo de la capacidad de atención y de escucha activa, y
aprendimos por la fuerza de los hechos, a hacerlo sin
siquiera a veces poder vernos a través de las pantallas.
Hasta la expresión “salir al encuentro del otro” tomó un
tinte diferente.
Repentinamente escuchamos algunos términos que se
repitieron cada vez más seguido: cuarentena, pande-
mia, aislamiento, tapabocas, pacientes de riesgo, que
fueron llenando todos los medios de comunicación y
sembrando nuestras conversaciones en casa. Térmi-
nos que resultan ciertamente negativos… Pero poco a
poco, nuestro objetivo institucional fue cobrando vida
de una manera diferente. Y todos tomamos conciencia
de ser verdaderamente esenciales.
Detrás del desconcierto inicial, siguiendo a los médicos
y enfermeras que día a día arriesgan su vida, apare-
cimos los docentes y los padres, ocupando nuestros
puestos como personal esencial en esta pandemia y
de la mano de nuestras alumnas/hijas, comprometién-
donos todos como comunidad a acompañar, sostener,
alentar, enseñar, alegrar, sin dejar de estudiar, crear y
formarse.
Cambiaron las rutinas educativas, pero el objetivo se
mantuvo. La distancia física generó nuevos desafíos,
nuevas formas de vincularnos, de hacernos presentes
pese a la distancia y la ausencia física. Empezamos a
habitar espacios virtuales desconocidos y a humanizar
las pantallas para participar de las clases, rezar juntos,
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